Privilegio: derecho especial, ventaja o inmunidad concedidos a una persona o grupo en particular o a disposición de ellos
Faltaba un minuto para el toque de queda como resultado del asesinato de George Floyd y estaba ansiosa por llegar a casa. Había sido una semana del Día de Conmemoración de los Caídos surrealista en Minneapolis. Se habían saqueado y quemado por completo cuadras enteras de la ciudad, incluidas una estación de policía y una sucursal de mi empleador. Miles de manifestantes bloqueaban la autopista y había llegado la Guardia Nacional.
Recuerdo ese momento fugaz: temor por no cumplir con el toque de queda y que me detuvieran y lo comparo con una vida entera de entradas a la comisaría, detenciones, tratos injustos o incluso asesinatos por el color de piel de una persona. Como persona blanca, no he pasado por una experiencia similar. Mi madre me regaló una vez un cuchillo de chef de 8 pulgadas para Navidad y sin darme cuenta lo subí al avión de regreso a casa. El agente de seguridad del aeropuerto lo señaló pero no me detuvo. Eso es un privilegio.
Y aquella vez cuando giré de manera ilegal en frente de la policía. Conversamos amablemente, no hubo multa. Privilegio.
Privilegio: derecho especial, ventaja o inmunidad concedidos a una persona o grupo en particular o a disposición de ellos
Lo que he sacado de las semanas de protesta tras la muerte de George Floyd es lo siguiente: tengo que intentar comprender las cosas que no sé debido a mis privilegios. Es una oportunidad para escuchar, aprender y actuar.
Pero, permítanme regresar a febrero. Antes de las manifestaciones. Antes del aislamiento por la COVID-19. Cuando dejé atrás el blanco invierno de Minnesota durante una semana en Charlotte, Carolina del Norte.
En ese entonces también pensé en los privilegios: el privilegio de oír. Fui presentadora de TED@WellsFargo y mi charla de TED se centró, entre otras cosas en "capacitismo"}.
El capacitismo es discriminación a favor de las personas sin discapacidades; por ejemplo, suponer que la audición o el habla son las únicas maneras de llevar a cabo una tarea cuando existen otras opciones. Es una mentalidad cerrada que impide la innovación y reprime la diversidad. Nos separa a nosotros de ellos y perpetúa una creencia de que la sordera es un callejón sin salida mientras se superponen emociones innecesarias (vergüenza, disculpas, ineptitud) sobre la pérdida auditiva.
El capacitismo no es muy distinto del racismo. Es una tendencia a esteriotipar y marginar, es una presunta superioridad con un dejo de ignorancia. Es un prejuicio adquirido, pero se puede combatir con concientización y compromiso con el cambio.
Las personas dieron por hecho que el planteamiento del problema de mi charla TED sería mi sordera y que la solución eran los implantes cocleares. Mi charla actual: La mentalidad capacitista es la principal barrera para la inclusión. (Y, por cierto, nunca creí necesitar una solución, muchísimas gracias).
No me malinterpreten: un implante coclear es genial e increíble. Podría pasar horas elogiando este increíble logro tecnológico. El hecho de que los científicos descifraran el teclado de frecuencias que residen en el interior de la cóclea es absolutamente asombroso. Querer volver a oír es una elección perfectamente válida. Pero también lo es ser sordo.
¿No es extraño cómo las personas dan por hecho que los demás envidian tener su privilegio? Nunca tuve la aspiración de oír (ni creo que las personas quieran cambiar el color de su piel). Aunque sí deseo que las aerolíneas sean más inclusivas a la hora de presentar los anuncios del vuelo visualmente en la puerta de embarque. No es tan difícil, completé cientos de encuestas a clientes cuando volaba todas las semanas por trabajo. Ya cuentan con la tecnología necesaria para hacerlo. (Estoy casi segura de que Delta Airlines ya tiene un archivo con mi nombre).
Durante la mayor parte de mi vida, los componentes electrónicos solo existieron en formato de audio e incluso al introducir dispositivos adaptativos, quedaron relegados a catálogos de tienda especiales. Pero la tecnología siguió evolucionando. Hace aproximadamente una década, Apple comenzó a integrar funciones de accesibilidad en sus diseños, productos convencionales que se transformaron en una marca de estilo de vida, y la innovación tecnológica se convirtió en el nuevo espíritu de la época.
Esos avances se lograron gracias a la Ley de Estadounidenses con Discapacidades (Americans with Disabilities Act, ADA), una ley de derechos civiles que entró en vigencia en la década de 1990 y que prohíbe la discriminación basada en la discapacidad. Después de la ley ADA, los diseñadores descubrieron algo extraordinario: la búsqueda de soluciones para la accesibilidad lleva a la invención, que a su vez lleva a la integración, que a su vez lleva a la inclusión, que a su vez lleva a una mayor cuota de mercado, si simplemente dejan de ver la habilidad de manera rígida y plantean las preguntas de forma diferente.
Personalmente, considero que esta ecuación es un páramo plagado de clichés, pero es solamente mi opinión. Soy totalmente sorda de nacimiento, crecí en el oralismo y usé audífonos analógicos y potentes durante la mayor parte de mi vida. Al igual que cualquier otra persona con pérdida auditiva, sé cómo es vivir en un mundo diseñado para otras personas, simplemente por falta de imaginación.
A mis veinte años, hubo un punto de inflexión cuando un audiólogo sugirió que aprendiera lenguaje de signos, conociera a otras personas sordas y aprovechara los dispositivos de audición asistida para no tener que esforzarme tanto. Por primera vez en mi vida, finalmente podía ser yo misma. Fue una revelación.
Adopté la tecnología emergente, desde el correo electrónico e Internet (¿se acuerdan de Prodigy?), el teléfono para sordomudos, los relojes despertadores que agitan la cama hasta lo sistemas de escucha FM. Encontré un monitor para bebés con luces que titilaban ante los sonidos y lo usé como un timbre visual para la puerta.
Mi búsqueda de soluciones tecnológicas incluyó los implantes cocleares de Advanced Bionics en 2003 y 2009, respectivamente, como una forma de bajarme del carrusel de la pérdida progresiva. Lo que recuperaba no importaba siempre que fuese estable.
Fui a rehabilitación auditiva durante 10 semanas y entrené mi cerebro para que se adaptara. Me llevó tres meses comprender una sola palabra sin indicaciones visuales. Cuando llegó el momento de la comprensión del habla, lo irónico fue que, de todas las personas en línea, probablemente yo haya sido quien tenía las expectativas más bajas y en definitiva obtuve los mejores resultados.
Observen que no dije normal.
Porque no oír para mí es normal. Los implantes cocleares me permiten oír y estoy muy feliz con los resultados. Pero los implantes no modificaron básicamente quién soy. Mi centro de referencia para todo, desde la adquisición de información hasta la resolución de problemas, sigue siendo visual.
Si bien mi perspectiva es diferente de la de aquellas personas que experimentaron pérdida auditiva después de la niñez, compartimos el deseo por la tecnología adaptativa. Entre los "sordos tardíos" hay cada vez más jóvenes con conocimientos tecnológicos: los daños causados por el ruido cotidiano son ahora la principal causa de pérdida de audición, no el envejecimiento. Según el Chicago Tribune, el 17 % de los adolescentes de 12 a 19 años presenta signos de pérdida auditiva inducida por el ruido en uno o ambos oídos (hola, auriculares). Es permanente y progresivo.
En mi idea de mundo futuro, cada función de la vida tendría un equivalente tecnológico con varias opciones de acceso. Tener que conectar mis oídos un día en particular sería una opción, como cambiarme los zapatos, y no se definiría por las limitaciones de accesibilidad. Quizás, podría controlarse con un solo sistema operativo o una central doméstica inteligente que aprenda mis preferencias como un termostato Nest. Fantaseo con anteojos inteligentes que transcriban el habla a texto en tiempo real, y que reconozcan acentos regionales o extranjeros. Estarían integrados con las fotos de mi lista de contactos para que nunca olvide el nombre de otra persona. (En realidad, esto último es pura pereza).
Mi visión no es tan descabellada. La mayor parte de la tecnología ya existe. Al igual que las compañías aéreas en los años 90, la mentalidad capacitista se pregunta: ¿Por qué esforzarse por la inclusión? ¿Por qué no se puede solucionar la sordera?
Invariablemente, le digo a la gente que formule su pregunta de otra manera: sustituyan la palabra "sordo" por otra clase protegida, como raza, color, orientación sexual o género, y vean qué les parece. ¿Sería cómodo decir eso en voz alta? ¿Sentiría vergüenza si otra persona lo hiciera?
La resistencia de las personas a la inclusión me parece fascinante y, al mismo tiempo, irritante. Una consecuencia peligrosa del privilegio es la incapacidad para ver fuera de la propia experiencia y esperar que la escoba de la tolerancia barra a todos a la misma caja. Su caja.
La capacitación en diversidad en la década de 1990 se trató originalmente de tratar a todos exactamente de la misma manera. Sin embargo, ser accesible (o diverso) no implica que las personas se sientan incluidas. Es nuestro deber reformular la pregunta y decir ''Te veo''. Es nuestra responsabilidad ser aliados cuando surgen otros grupos marginados que antes estaban contenidos.
''Cuando identifiquemos en qué punto nuestro privilegio se cruza con la opresión de otra persona, descubriremos oportunidades para hacer un verdadero cambio''.
Por cierto, fue la comunidad negra la que apoyó las protestas ¡Rector sordo ya! que cerraron la Universidad de Gallaudet en la década de 1980 y también colaboró con los derechos civiles de discapacidad en la década de 1970. Esta alianza queda patente en la reciente Declaración de Solidaridad de la Oficina de Educación Accesible de Stanford con Black Lives Matter (BLM): Entonces estuvieron con nosotros; ahora nosotros estamos con ustedes.
Han pasado tantas cosas en el año 2020. Mi objetivo para el resto del año es escuchar y comprender puntos de vista diferentes al mío y, al mismo tiempo, reconocer y trabajar en mi propia parcialidad.
AB – A Sonova Brand
D000027936
©2024-2025 Advanced Bionics AG and affiliates. All rights reserved.