Tuve que intentar volver a aprender a oír mientras estaba en cuarentena en casa, y también intentar entender a todo el mundo con cubrebocas en público durante tres meses.
Me llamo Priya Jones. Nací en Calcuta, India. Cuando mis padres me adoptaron a los diecisiete meses, me mudé a Estados Unidos. Tengo hipoacusia neurosensorial bilateral de severa a profunda y llevo dos implantes cocleares (IC) que me ayudan a oír y comprender el habla. También tengo síndrome craneofacial, que en mi caso significa labio leporino y paladar hendido, nariz bifurcada y discapacidad visual parcial en un ojo.
Cuando aún estaba en el orfanato de la India, mis padres recibieron una llamada telefónica en la que les decían que era sorda. Sin embargo, este hecho no los disuadió de adoptarme. No podía hablar ni oír, y utilizaba la lengua de señas en inglés para comunicarme.
Poco después de cumplir dos años, mis padres me llevaron con una audióloga para que me adaptara unos audífonos. Desde entonces, llevé audífonos hasta que cumplí veinte años. Un año después, me hicieron un procedimiento llamado colgajo faríngeo, que me permitió aprender a hablar. Cuando llegué a la guardería, ya oía y hablaba, además de utilizar la lengua de señas para comunicarme.
Sin embargo, cuando llegué a mi segundo año de universidad, mi audición y mi comprensión verbal empezaron a disminuir. Fue lo suficientemente malo como para afectarme mental, física y emocionalmente. Me aterrorizaba la idea de quedarme sorda el resto de mi vida. Volví con la audióloga para hacerme otra prueba de audición, que demostró que tenía una pérdida de audición de severa a profunda.
Mi audióloga fue muy amable y compasiva con la situación en todo momento. Me dijo que era candidata a un implante coclear y me remitió a otro audiólogo. El nuevo audiólogo confirmó mi candidatura y me habló de los implantes cocleares y de lo que supondría ponérmelos.
Cuando me enteré de que realmente me iban a poner implantes cocleares, estaba emocionada y asustada al mismo tiempo. Esperaba fervientemente poder entender y oír mejor con los implantes. Pero, al mismo tiempo, me preocupaba que algo no saliera bien durante la activación. ¿Y si no alcanzaba todo mi potencial para oír y comprender el habla, y tuviera que sufrir siendo sorda el resto de mi vida?
Dos meses después, en marzo de 2020, me pusieron mi primer implante. Y mi vida cambió por completo. Cuando me activaron el implante dos semanas después de la operación, pensé que la computadora estaba reproduciendo música en mi implante, pero no. El audiólogo me dijo que mi cerebro se esforzaba por captar las nuevas voces y sonidos.
Enseguida pude entender las voces, aunque parecían de robots, y oí el teclado del audiólogo mientras escribía. Y de camino a casa, podía oír todos los coches que pasaban y las intermitentes de mi vehículo. El audiólogo me dijo que mejoraría y oiría incluso mejor a medida que pasara el tiempo y mi cerebro volviera a aprender a oír y entender con el IC.
Tuve que intentar volver a aprender a oír mientras estaba en cuarentena en casa, y también intentar entender a todo el mundo con cubrebocas en público durante tres meses.
Una semana más tarde, sin embargo, experimenté algo que la mayoría de las personas a las que se les ha implantado un IC nunca han tenido que afrontar. La Organización Mundial de la Salud declaró la COVID-19 pandemia mundial y todo el país entró en cuarentena. Tuve que intentar volver a aprender a oír mientras estaba en cuarentena en casa, y también intentar entender a todo el mundo con cubrebocas en público durante tres meses.
Cuando me activaron el segundo implante seis meses después, en septiembre de 2020, sabía qué esperar, así que no fue una experiencia tan aterradora. Desde entonces, ambos IC me han ayudado enormemente. Soy capaz de oír los sonidos y comprender el habla con mayor claridad, incluso cuando el interlocutor trae cubrebocas.
Con mis implantes cocleares, mi audición ha mejorado tanto que oigo mejor que mi papá, que es hipoacúsico. La mitad del tiempo, mi madre, mi hermana y yo tenemos que interpretar para él en lugar de que ellos interpreten para mí. Mi familia disfruta de mi entusiasmo y del hecho de que pueda oír y entender casi por completo sin ayuda.
Ahora, casi un año después de mi primer implante coclear, puedo oír sonidos y conversaciones que son muy importantes para mí. Es realmente divertido cuando puedo entablar una conversación con otras personas sin pedirles que repitan constantemente, sobre todo cuando llevan cubrebocas. Y es increíble lo mucho que me ayudan los IC a entender los videos sin subtítulos, a los que siempre recurría cuando tenía audífonos.
Y lo que es más importante, estoy encantada de poder examinar a los pacientes escuchando a través de un estetoscopio electrónico normal.
Y lo que es más importante, estoy encantada de poder examinar a los pacientes escuchando a través de un estetoscopio electrónico normal. Sin la capacidad de hacer eso, probablemente no habría sido capaz de obtener mi Certificación de Asistente Médico o continuar mi educación en el campo de la salud. En general, estoy muy agradecida de que mis implantes cocleares me hayan permitido oír y comprender el habla como las personas con audición normal.
Si padece una pérdida auditiva severa o profunda, le recomiendo encarecidamente que considere la posibilidad de ponerse implantes cocleares. Pueden aportarle más beneficios de los que cree. Sin embargo, tenga en cuenta que los implantes cocleares no restablecen la audición natural. Funcionan estimulando el nervio auditivo de forma que el cerebro interpreta pequeños impulsos eléctricos como sonidos.
Cuanto antes se le implante, mejor podrá aprender su cerebro a interpretar los nuevos estímulos eléctricos. Por eso mi consejo a los padres de niños pequeños es que los implanten lo antes posible. Una vez activados los implantes, la terapia verbal auditiva es muy útil para desarrollar la capacidad de escuchar y hablar. La terapia del habla también puede ayudar a pronunciar y articular los sonidos al hablar.
Aprender a oír o a oír de nuevo con un IC es un trabajo muy duro, pero gratificante. Es útil contar con un buen sistema de apoyo que le ayude a superar esta experiencia. A la larga, todo valdrá la pena.
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